miércoles, 28 de noviembre de 2012

Cuzco

Me preguntaba,
en una capilla aromatizada a tiempo, pasar, madera e incienso...

¿Porque adoramos imágenes que lloran, tristes, sufridas?
¿es que no podemos cargar con el propio sufrimiento y necesitamos congelarlo en una imagen de virgen o de santo?

Calles pequeñas con olor a comida casera,
la familia y la tradición humilde se respira en cada esquina, se contempla en cada vista.

Hay especias fuertes, desconocidas...

Son pequeñitos, con manos y pies agrietados, ojos hambrientos de lo desconocido.
Me llaman para que me quede y les cuide, en su paisaje, en su vida, con sus colores y su corto día.
Claman por el respirar de la selva con toda su psiquis.
Sus vientos delumbran como canto lejano, traido desde lo celestial.
Lo más animal en sus tradiciones.

Corremos a un ritmo tan distinto y poco inspirador: ellos viven el segundo de cada día,
respiran el maiz de cada despertar.
Nos sonríen con sus caras gastadas de tanto sol y naturaleza.
No sabemos nada de ese vivir.

Hay una montaña que inhala música mientras nosotros miramos la TV.
El aroma a tierra, la sencillez en cada paso.

No quieren ser parte de la civilización: se resisten y odian la tecnología,
que amenaza a sus dioses naturales.
Los toros protegen cada hogar, mientras nuestros edificios tienen antenas miles...

Cuzco, ciudad  de tradición, estampa del tiempo, sopa de cereales con hierbas...
Callecitas pequeñas, altos y bajos, escalones de piedras...
Ciudad inspiradora....

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